“Como una ola de personas en un evento deportivo, que se abre paso en el estadio, así también en este mundo la gracia de Jesús que toca los corazones es una gran ola de misericordia”. Así lo ha dicho el arzobispo de Lousville y Presidente de la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés), monseñor Joseph Kurtz, en la eucaristía que marcó el inicio de las actividades del segundo día del Jubileo Extraordinario de la Misericordia en el Continente Americano, que se desarrolla en Bogotá (Colombia), del 27 al 30 de agosto.
Durante la homilía, pronunciada en lengua inglesa, monseñor Kurtz recordó que “somos invitados a acompañar a quienes están profundamente necesitados de misericordia, pero sólo después de haber permitido a Jesús entrar en nuestros corazones con su misericordia”, para lo cual es preciso reconocer con humildad que “soy un pecador”.
A partir de la “sabiduría del banquete”, refiriéndose al evangelio del día (Lc 14, 1.7-14), monseñor Kurtz invitó a detenerse en la importancia del servicio humilde, sincero y eficaz a los demás, sin pretender ocupar los “primeros puestos”. En ese sentido, de cara al Año de la Misericordia, propuso algunas interpelaciones con relación al impacto de la acción evangelizadora en el continente: “¿Cuál será el efecto de este gran Año Jubilar de la Misericordia?, ¿he permitido a Jesús que ablande mi corazón?, ¿me presento ahora al banquete para compartir la alegría de los novios, o sigo buscando ocupar los primeros lugares?”.
Desde este horizonte, el presidente de la USCCB aseveró que “en este mundo existen muchos modos de encontrar a Jesús en los demás”, señalando, concretamente, algunos de ellos: “sanar las heridas de las víctimas de la violencia y llamar a los violentos a la conversión; dar el primer paso para brindar dignidad y respeto a todo ser humano, especialmente a aquellos que no tienen voz y a los inocentes, desde el momento de la concepción hasta a muerte natural; cuidar apropiadamente de nuestra casa común, que es el planeta Tierra”. En síntesis: “cada día podemos buscar a Jesús en la vida de nuestro prójimo”.
Junto a monseñor Kurtz, el cardenal Gérald Lacroix, arzobispo de Quebec y primado de Canadá, y monseñor José Horacio Gómez, arzobispo de Los Ángeles, fueron los concelebrantes principales.