Tras un proceso formativo de más de 5 años, la mañana de este 11 de diciembre del 2021, y mediante la Ordenación Diaconal de siete acólitos, seis de ellos casados, la Diócesis de San Isidro contará con diáconos permanentes. Recordemos que, el diaconado pertenece al ministerio ordenado compuesto por el orden de los obispos, presbíteros y diáconos, según lo señala el Código de Derecho Canónico en su c. 1032; pues, ya desde los comienzos de la Iglesia, el diaconado posee una función ministerial específica, expresada en la misma palabra diákonos, utilizada por el Nuevo Testamento, con el significado de ministro o servidor.
En los Hechos de los Apóstoles los diáconos son instituidos de manera estable y permanente por la imposición de las manos y se les encarga el oficio de administrar los bienes de la comunidad cristiana. En el contexto de la Iglesia primitiva, los diáconos aparecen ejerciendo también el oficio de evangelización y la administración del bautismo. Por su parte, en los escritos de los Padres Apostólicos, el ministerio de los diáconos recibió especial consideración especialmente por Justino, en la Tradición Apostólica de San Hipólito y en la enseñanza de los Apóstoles. Al respecto, es célebre la cita de San Hipólito: “al ordenar a un diácono, sólo el obispo impondrá las manos, porque no es ordenado para el sacerdocio sino para que sirva al obispo, a fin de que haga lo que él le ordene”, como se lee en la Tradición Apostólica, 8.
Es fruto del Concilio Ecuménico Vaticano II, restituir el diaconado como grado propio y permanente de la Jerarquía, razón por la cual se lee en la Lumem Gentium numeral 29, lo siguiente: “en el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de las manos «no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio». Así, confortados con la gracia sacramental, en comunión con el obispo y su presbiterio, sirven al pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad. Es oficio propio del diácono, según le fuere asignado por la autoridad competente, administrar solemnemente el bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentos, presidir el rito de los funerales y sepultura. Dedicados a los oficios de la caridad y de la administración, recuerden los diáconos el aviso del bienaventurado Policarpo: «Misericordiosos y diligentes, procediendo conforme a la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos»”.
Así, la Conferencia Episcopal de Costa Rica, aprobó en la reunión extraordinaria del 30 septiembre del 2003, las Normas Básicas para la Formación de los Diáconos Permanentes en las Diócesis de la Provincia Eclesiástica de Costa Rica, y el respectivo plan de estudios para la formación de los diáconos permanentes que fue aprobado en la LXXXVII Asamblea Plenaria entre el 24 y 27 de febrero de 2004; contemporáneo a este proceso, nuestra Diócesis de San Isidro fue desarrollando una creciente y paulatina inquietud respecto al diaconado permanente, que podemos describir en los siguientes pasos.
El día 30 de diciembre del año 2006, el señor Jesús Mora Segura (qdDg) recibió la ordenación diaconal en la santa Iglesia Catedral de San Isidro de El General, acontecimiento que marcó un relevante precedente para la decisiva puesta en marcha de un proyecto concreto para el diaconado. Monseñor Guillermo Loria Garita, III obispo diocesano, promovió una reflexión para discernir sus implicaciones para la Diócesis, con tal cometido instituyó una comisión sobre el diaconado permanente en el año 2007, nombrando para tal efecto como coordinador al entonces sacerdote Alexander Ceciliano Chacón, servicio que asumieron posteriormente los sacerdotes Johnny Mora Ferreto y Giovanny Herrera Vargas.
En el año 2009, se presentó de manera oficial al Consejo Presbiteral la posibilidad de instaurar definitivamente el Diaconado Permanente en la Diócesis, según consta en el acta # 111; dicho Consejo, se manifestó favorable a la institución del diaconado permanente y promovió varias sesiones de reflexión en el ámbito del presbiterio. Así, el 26 de septiembre del año 2009, se efectuó una reunión inicial con personas interesadas, y se empezó a considerar aspectos importantes para establecer su proceso formativo.
Tras varios intentos fallidos, Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña, IV Obispo de la Diócesis, continúo los esfuerzos para la consolidación y puesta en marcha del proyecto del diaconado permanente en enero del año 2016, instituyendo una nueva comisión para la reactivación del proyecto, dándose a la tarea de investigar, ordenar y recopilar la información pertinente, nombrando en aquel momento al Diác. Gerardo Jesús Mora Segura como coordinador. Posteriormente, con especial atención en la implementación de un adecuado proceso formativo, fortaleció la comisión de reflexión del proyecto del diaconado permanente con la participación del Pbro. Edgar Orozco Alfaro, Pbro. Oscar Navarro Hernández, Pbro. Eli Quirós López, Pbro. Carlos Canales Barrantes, Pbro. Joaquín Calderón Vargas, Pbro. Froilán Hernández Gutiérrez y Pbro. Fabián Campos Chavarría.
Finalmente, el 17 de octubre del año 2016 fue presentado a la comisión de reflexión el Proyecto de Instauración del Diaconado Permanente en la Diócesis, proyecto que es presentado al obispo diocesano el 12 de diciembre del año 2016 en la fiesta de la Virgen de Guadalupe, obteniendo los avales para la presentación al clero el día 10 de enero del 2017, llegando a su aprobación definitiva el 17 de enero del 2017 para su instauración; razón por la cual, el día 28 de enero del 2017, en la memoria litúrgica de Santo Tomás de Aquino, el Obispo diocesano Mons. Montero, mediante el Decreto Episcopal n° 89, instaura de manera estable el Diaconado Permanente en nuestra Diócesis.
Así, en la situación actual de la diócesis, de frente a grandes retos marcados por el cambio de época vivido en nuestra sociedad y la implementación del actual Plan Diocesano de Evangelización, se estima la experiencia formativa de los diáconos permanentes como una acción del Espíritu Santo en su Iglesia, que la guía y acompañan, y que la ayuda a discernir los caminos para seguir hoy anunciando el Evangelio.