Pbro. Elí de los Ángeles Quirós López /Director
Este domingo, el Profeta Habacuc nos decía: ¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me oigas…? (Hab 1, 2); estas palabras, me llenan de esperanza, en medio de un escenario turbio en que nos debatimos quienes, en el mundo de los medios de comunicación, sentimos el pesado ambiente de una injusticia tras otra, perpetuada por quienes ostentan poder y lo disfrazan con verdades a medias, y la confianza absoluta puesta en Dios al saber que se ha servido al pueblo y al país con convicción, valores, dedicación y esperanza.
Nuestro medio, Radio Sinaí, nació a mediados de la década de los cincuenta, nació por la visión de un sacerdote de apellido Jiménez que, tras ser enviado a la zona, rápidamente entendió que sólo las ondas llegarían con el Evangelio y la catequesis a donde la realidad geográfica hacía casi imposible la atención pastoral, nació por la visión de un pueblo que comprendió de la mano de los educadores que, éste sería el medio para educar, para forjar criterio, para acompañar las luchas y para hacer compañía a nivel social.
El tiempo pasó, las generaciones se fueron forjando, el medio evolucionó de la mano de quienes asumieron la dirección en el tiempo, buscando siempre ser fiel a la esencia de un medio que no es comercial, sino de un medio que ha sido casa para todos, compañero de camino y voz de esperanza. Sinaí, se constituyó así, al transcurrir de las décadas, con el particular estilo de cada una de las voces que fueron aportando sus talentos, en especial compañía para los que quizá el mundo no determina, las ondas de Sinaí llegaron al campesino, al hogar humilde, al trabajador incansable, al pueblo luchador, a la solitaria cama del enfermo, a la fría celda de quien perdió su libertad, pero también al del valiente transportista, al del profesional justo, al noble habitante de este país.

Hoy, el aire está cargado de tristeza, se respira el dolor profundo de comunidades que, por decisiones frías y deshumanizadas, corren el riesgo de quedarse sin sus medios de comunicación. Somos emisoras humildes, sencillas, muchas veces levantadas más con amor que con recursos; medios que han acompañado a su gente con el Evangelio, con música, con noticias, con palabras que construyen comunidad, identidad, esperanza; medios que han puesto sus micrófonos y sus escasos recursos al servicio de pueblos humildes, de hombres y mujeres valientes que han querido dar a conocer sus luchas, sus esfuerzos, sus miedos, sus sueños y sus esperanzas…; pero, nada de eso cuenta ahora, la pretendida y desmedida subasta, el ensañado proyecto de borrar un dial violentando los debidos procesos, tiene como fin alcanzar sus objetivos aunque esto signifique silenciar pueblos, personas y credos.

Este ambiente entorno a los medios tiene muchas aristas, realidades que quizá se han matizado al conocimiento público, manejado según intereses; no obstante, me queda claro que es preciso decir con claridad meridiana, que acá almenos, hay dos cosas distintas: lo primero es que, en cuanto al canon, pago que es necesario hacer al estado, es un tema que está en discusión en la Asamblea Legislativa y será éste órgano quien nos diga cuánto se ha de pagar, quiera Dios que de manera justa con base en los ingresos que cada medio tenga, por el momento, en honor a la verdad es bueno precisar que cada medio ha sido fiel en el pago que el gobierno a lo largo de las décadas ha solicitado, razón por la cual no es tan preciso ni válido decir que los medios se han privado en el honrar este compromiso, porque nadie en este mundo, paga más de lo que le cobran.
Segundo, los medios tenemos una concesión debidamente asignada, renovable en 20 años más, y que deberíamos de respetar dicho acuerdo para operar en el marco de la ley, ya que éste dice que podrá prorrogarse: “sin necesidad de nuevo contrato mediante solicitud del concesionario presentado a Control Nacional de Radio con al menos tres meses de antelación a su vencimiento” (Contrato de Concesión de Uso de Frecuencia Radioeléctrica del 7 de mayo del 2008), amparado también en el artículo 25 de la Ley de Radio N° 1758 que afirma que se prorrogarán “automáticamente mediante el pago de los derechos correspondientes, siempre y cuando se ajuste el funcionamiento e instalación de las estaciones a los términos de esta ley”, cosa que se ha cumplido; por tanto, una subasta a esta altura, con montos exorbitantes, requerimientos técnicos impensables y quien sabe qué más precisiones, es un silenciar sin precedentes en nuestra historia patria que siempre ha optado por la libertad y la democracia.
Digo subasta, ya que así se le ha llamado a este proceso que impone quien ostenta el poder, en donde a una emisora como Sinaí, cuya cobertura nacional nace al otro lado del imponente Cerro de la Muerte, haciéndola única en sus características, bañando valles y montañas, llanuras, pueblos y ciudades tendría que invertir $193.051,00 que, en colones sería la impensable suma de ₡98.842.112,00 para tan sólo participar de este “juego”, sin contar con posibles pujas (mayores ofertas) que tendrían que hacerse, la inversión en nuevos requerimientos técnicos solicitados como si se tratara de la “carta al Niño” y otros posibles montos que todo esto devengue. Ante estos números, uno se pregunta: ¿Cuál medio podrá cubrir estos rubros que no podrán ser recuperados en el tiempo? ¿Cuáles serán los intereses poderosos que se esconden detrás? ¿Quiénes serían los que ahora tendrían voz en un nuevo dial que sería casi que construido a medida de otras esferas?







