Este 21 de setiembre la Vicaría San Juan Diego, conformada por las parroquias San Pedro Apóstol de Buenos Aires, Inmaculada Concepción de Boruca y Nuestra Señora de la Candelaria en Potrero Grande se dieron cita en Buenos Aires, para manifestar mediante una breve peregrinación su fe, agradecer a Dios por los 70 Años de vida diocesana y ganar así la indulgencia respectiva.
Acompañados de cantos y el rezo del santo rosario, laicos, religiosas y presbiteros dirigieron sus pasos hasta el salón parroquial donde esperaba una extensa jornada de confesiones y un nutrido momento de adoración eucarística.
Durante una hora, familias enteras pudieron poner ante Jesús Eucaristía a los suyos, haciendo de la oración ese medio para entrar en sintonía con Aquél que es amor, momento propicio para pedir, para agradecer, pero también para alabar y glorificarlo por los dones concedidos a lo largo de las décadas de caminar como Iglesia Particular.
La actividad, contó con la presencia de Mons. Guillermo Loría Garita, Obispo Emérito de nuestra Diócesis de San Isidro, quien presidió la Eucaristía, actividad que sirvió de cierre y que constituyó el momento algido de la jornada. ëste, durante la homilía dijo: «es preciso llevar una vida digna de acuerdo a su vocación, y con el evangelio tenemos que ser conscientes que Dios llama a quien quiere, y con toda claridad nos recuerda que Él ha venido no por los sanos sino por los pecadores, siendo ésta también la misión de la Iglesia, por ende de nosotros.
Asimismo, Mons. Guillermo Loría aprovechó la ocasión para recordar la importante gracia de lo que significa el jubileo en la vida de la Iglesia, «como momento especial de acción de gracias y de perdón, por eso un jubileo es un momento propicio para que yo me convierta para que yo cambie pero también para que me comprometa y podamos así hacer llegar este mensaje a otros».
Finalmente, el prelado hizo memoria del caminar como Iglesia, recordando a esos grandes misioneros, laicos, sacerdotes y obispos que han dado gran testimonio en medio de la comunidad, como Mons. Thiel quien atravesó la cordillera de Talamanca y visitó en varias ocasiones esta misma tierra bonaerense, dándonos un testimonio de coraje, de fe y de amor. Fe que también nosotros estamos llamados a mantener, a fortalecer y dar testimonio por medio de las obras.