Con este tema por desarrollar, en Cordoncillo de Volcán, Parroquia de Buenos Aires, se vivió la última jornada de esta novena en honor a San Isidro Labrador, que llevó al Obispo Castro Rojas a recorrer una vez más prácticamente toda la geografía diocesana.
La jornada dio inicio con un delicioso desayuno, ocasión propicia para bendecir este hogar y encomendar a Dios su vida y preocupaciones; seguidamente, se visitó a uno de los pioneros del pueblo, quien nos contó que, debido a las dificultades que representa la agricultura han ido optando por dedicarse mejor al ganado y a la palma africana.
Durante esta visita, se aprovechó para hablar de la necesidad de fomentar en los hijos el amor por la tierra, para que luego continúen con los trabajos iniciados y puedan así asistir las fincas, y se erradique el pensamiento de vender como opción inmediata. Particularmente, esta pareja de pioneros, manifestaron que lograron que sus hijos sacaran adelante su profesión, sin descuidar la atención de la finca con el mismo cariño que ellos lo han hecho.
En las conversaciones amenas que se fueron tejiendo en este día, surgió la incertidumbre del por qué del nombre de la comunidad, duda que se evacuó al conocer que éste viene de un arbusto que en la zona es conocido como cordoncillo.
Posteriormente, en la escuela de la comunidad, el personal docente y población estudiantil recibieron al Obispo con gran alegría, momento oportuno para compartir y animarse en medio de los retos y pruebas de hoy. Ya en Altamira, jornaleros y empleados de PINDECO, vecinos de la localidad esperaban al prelado en el templo, encuentro cercano que sirvió para intercambiar algunos pensamientos y saludos, antes de dirigirse al centro educativo unidocente, donde también fue acogido. La agenda llevó al Obispo a impartir la bendición de fincas, entre las cuales se cultiva tubérculos y granos, regalando un paisaje sin igual, de belleza y paz.
De regreso a Cordoncillo se degustó del almuerzo, momento para recobrar fuerzas y proceder con la bendición de más hogares y vecinos, y dirigirnos así al emprendimiento de engorde de ganado mediante el método de estabulado en cama seca.
Este día de intensa jornada, concluyó con la celebración eucaristíca en el templo de Cordoncillo, comunidad que está bajo el patrocinio de San Isidro Labrador, razón por la cual procedió a bendecir la imagen que acompañará ahora a este poblado como su santo patrono.
Durante la homilía de este último día, el Obispo Juan Miguel, dijo: “San Isidro no fue un teólogo, ni un mártir, ni un fundador de grandes obras. Fue un campesino humilde, un hombre de trabajo, esposo y padre de familia, que hizo de su vida ordinaria un camino de fidelidad a Dios. Su campo fue su monasterio, su arado su cruz, sus oraciones silenciosas su liturgia. Allí, en lo más simple, fue dejando que el amor de Dios modelara su vida”.
“San Isidro nos enseña que se puede ser santo arando la tierra, cuidando el hogar, tratando con justicia al prójimo, sirviendo con alegría. En un mundo que a menudo idolatra el éxito, el poder o la fama, su figura humilde es un faro que nos dice: la verdadera grandeza está en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”, sentenció el prelado.