Este martes 6 de mayo, por cuarto año consecutivo, con la visita de Mons. Juan Miguel Castro Rojas a la comunidad de La Cima de Dota, da inicio la novena a San Isidro Labrador con un recorrido entre productores del campo, ocasión propicia para bendecir sus esfuerzos y encomendarlos a Dios en medio de sus luchas y sacrificios.
En el contexto de la fiesta patronal que vive esta comunidad de La Cima, la jornada pastoral llevó al Obispo a visitar varias familias y diversas actividades laborales; así, y en medio de las fincas, el Obispo Juan Miguel, quien se hizo acompañar por el Padre Santiago Durán, párroco de la localidad, y el Diác. Albán Ulate, compartieron con los vecinos los esfuerzos diarios que se realizan en su digna labor y la falta de apoyo que existe muchas veces por parte de las autoridades gubernamentales.
Entre sus preocupaciones, miran con dolor los prejuicios que les provoca las políticas por importaciones, el consumo de productos que vienen del exterior, el no fomentar el consumo del producto interno, entre otros. Con ojos positivos, se resalta el hecho de cómo en la agricultura se ha dado la implementación de sistemas automáticos de riego, implementación de tecnología y su aplicación en la agricultura, fomentando también técnicas de producción orgánica que, aunque generan más trabajo, por realizar varios procedimientos de forma manual evitando así agentes químicos, logran también mejores precios y auge en el mercado.
Monseñor Juan Miguel, durante la jornada resaltó la importancia del agricultor y de su sacrificado trabajo, el esfuerzo diario que realiza para producir los alimentos, la valentía del que trabaja la tierra, y el poco apoyo que logran del gobierno, prácticamente. Elemento a resaltar en la zona es la fe y la devoción a San Isidro, pues como fieles, marcan claramente la importancia y el patronazgo de su santo, mirando en él la segura intercesión y compañía.
Agradecen así por las productivas tierras que circundan la zona, y en las cuales se produce tanta calidad de hortalizas, todo tipo de agricultura, y otros emprendimientos como la producción de carne de cerdo.
Durante la homilía, el Obispo de San Isidro, al hablar de Jesús Pan de Vida, dijo: “todos nosotros sabemos lo que es tener hambre […] el campesino lo sabe muy bien: trabajar bajo el sol, a veces sin sombra, con el estómago vacío, con calor o con frío, luchando por cada centavo. Pero hay otra hambre, más profunda, que es la del alma: hambre de paz, de justicia, de sentido, de consuelo, de compañía, de Dios. Y sólo Jesús puede saciar esa hambre”.
Y añadió: “por eso Jesús no se presenta simplemente como un maestro, sino como alimento: «Yo soy el pan de vida». Él quiere entrar en nuestro corazón, acompañarnos en nuestra jornada, darnos fuerza cuando sentimos que ya no podemos más”.
Finalmente, refiriéndose a la oración, precisó: “San Isidro nos enseña que trabajar puede ser una oración si se hace con fe, con amor y con honestidad. Arar la tierra con la mirada puesta en Dios. Sembrar con esperanza. Cosechar con gratitud. Ofrecer el cansancio del día como ofrenda agradable a Dios”.