Este miércoles se ha realizado la última jornada de la XVI Asamblea Diocesana, donde más de 125 personas han reflexionado durante tres días en el camino que como Iglesia debemos transitar para hacer vida el mandato evangélico misionero respondiendo a nuestra realidad con criterios actualizados desde la teología pastoral.

Y añadió: “Gracias por los sacerdotes, diáconos y laicos que han entregado su tiempo y su corazón. Gracias por los frutos de comunión, diálogo y discernimiento. Gracias porque, aun en medio de pruebas y debilidades, el Señor ha estado grande con nosotros”. Y pensando en la misión, el prelado, recordó: “Jesús envía a los Doce a proclamar el Reino. No los envía con seguridades materiales, sino con la confianza en la providencia y con el poder de su Palabra. Este envío es también para nosotros. La Asamblea no se queda en estas paredes ni en documentos: nos envía de nuevo a nuestras parroquias, comunidades y familias. Jesús nos recuerda que el discípulo va ligero, confiado, disponible. La misión no es cargar estructuras pesadas, sino llevar la Buena Noticia con sencillez, con alegría y con libertad”.

Así mismo, el sacerdote expuso cómo es “Dios el primero que sale para restaurar la historia humana; por eso, no salimos de cualquier manera ni a cualquier lugar, salimos en primer lugar hacia el Señor, hacia el encuentro con Él, y de allí, donde el Señor nos dirija, y es esto lo que tiene que producir un cambio de mentalidad, donde los primeros que debemos experimentarlo son los que estamos al frente”.

Lo anterior, implicará un modelo de vida cristiana, que según la carta pastoral será “al estilo de vida de San Isidro, hombre con profundo espíritu de oración, fe inquebrantable, caridad hacia los necesitados, esposo solícito y trabajador insigne de la tierra”; siendo éste, el marco espiritual que hará posible la vida de la misión.

Finalmente, su exposición versó en hacernos percibir cómo en la misma carta pastoral, el Obispo llamó a los Consejos de Evangelización “órgano sinodal, y por la tanto, de esta asamblea tendría que surgir el estatuto, función y marco para esta operatividad”. Y prosiguió, “seamos conscientes que todos somos administradores de quienes se espera ser bueno y fiel para dar cuenta al Señor, exigiendo claridad y coherencia de vida”. Por tanto, concluimos que “es central el encuentro con Cristo, sin él no se arranca, sólo Él renueva el deseo y la esperanza”.




