En la recta final de la Visita Pastoral a la Parroquia de Puerto Jiménez, Mons. Juan Miguel Castro Rojas vivió este jueves 19 de junio una jornada profundamente conmovedora, sobre todo por los testimonios que Dios permitió conocer, precisó el Padre Luis Fernando Díaz; el día comenzó en Bahía Drake, lugar donde pernoctaron, y tras compartir el desayuno, se dirigieron hacia la comunidad de Progreso de Drake donde visitamos el templo y algunas familias, “una de las visitas que más nos tocó fue la de Doña Victoria, una mujer de fe firme que a pesar de su edad, camina más de 2,8 km para llegar a la iglesia, y es la primera en llegar, su testimonio de perseverancia y amor a Dios nos evangeliza sin necesidad de muchas palabras”, reconoció el sacerdote Díaz.
Seguidamente, en Rancho Quemado, el Obispo dialogó con tres familias fundadoras del pueblo, “escuchar cómo llegaron cuando no había nada, y cómo con fe y esfuerzo fueron construyendo comunidad, fue como leer el libro vivo de los Hechos de los Apóstoles”, recordó el párroco; ahí, también se habló sobre la conservación del medio ambiente, el valor de nuestra casa común y de cómo la creación es un reflejo de la ternura de Dios. Así, compartieron tradiciones y costumbres, se conoció la historia del Festival del Chancho de Monte y algunos saberes locales sobre la danta y la vida silvestre. “Fue un momento hermoso de encuentro entre fe, cultura y naturaleza”, describió el sacerdote Díaz.
Para cerrar ese día, en la celebración de la Eucaristía, monseñor “invitó a orar con fuerza y el corazón abierto, a poner ante el Señor nuestras angustias, pensamientos y anhelos, con la plena certeza de que Dios nos escucha”. Según, precisó el misionero y párroco de la localidad, “ésta, fue una misa sencilla pero muy profunda. Cerramos la jornada con un ágape fraterno, monseñor agradeció el esmero con que la comunidad cuida el Santísimo y el templo, y felicitó a todos por el testimonio de unidad que ofrecen, Rancho Quemado es un pueblo donde a pesar de las diferencias, cuando hay una necesidad común la gente se une, colabora y da lo mejor de sí. ¡Esa es la verdadera Iglesia! La que camina junta, la que se apoya, ora y se compromete”.
El viernes, siguiendo esta temática de jornadas profundamente humanas y llenos de Dios, se inició de madrugada orando con la comunidad de El Campo, el hermoso compartir de los Laudes, permitió sentir que la fe también se expresa en lo sencillo y cotidiano, dando paso así al compartir del desayuno en un clima fraterno lleno de rostros amables, café caliente, y la cercanía de quienes viven con esperanza en el corazón.
Posteriormente, se emprendió camino hacia uno de los lugares de más difícil acceso que tiene la parroquia: Potrero de Sierpe, comunidad a la que se desciende desde Miramar, transitando por caminos algo complejos hasta llegar a una finca, espacio rodeado de árboles y sencillez campesina, lugar donde se celebró la Eucaristía, encuentro profundamente humano, cálido, familiar, lleno de gratitud; ahí, muchos compartían con emoción que era la primera vez que un obispo les visitaba y; ciertamente, “qué consuelo era ver a monseñor llegar hasta allá, sin importar la distancia, ni la dificultad del camino, la verdad padre que su presencia fue signo del Buen Pastor que no se cansa de buscar a su pueblo, y de dar testimonio que esta diócesis es una Iglesia en salida”, acotó el Padre Luis en material exclusivo para Radio Sinaí.
Más tarde, la comunidad de La Palma les recibiría; ahí, con confesiones a los niños que pronto comulgarán a Jesús Eucaristía, se tuvo la celebración de cierre de esta Visita. En su homilía, agradeció la presencia y el testimonio de todos los catequistas, de todos aquellos líderes que se lucieron en esta visita, valoró el impulso misionero y dio gracias a cada persona que desde su lugar ha acompañado y hecho posible esta hermosa experiencia pastoral; la huella que deja en su corazón, dijo con voz emocionada, es de comunión, de entrega y de esperanza y, como es tradición, se compartió los alimentos y la alegría propia del pueblo que celebra unido.
Este sábado, en el último día de la jornada, fueron guiados hacia un recorrido inolvidable por el Golfo Dulce, llegando hasta Los Mogos, islotes ubicados en este sector; ahí, en ese mar sereno y bendito, el Obispo tuvo la oportunidad de avistar delfines y lanzar la cuerda, teniendo éxito en la pesca. Al regresar, y aprovechando que los catequistas estaban en formación, el prelado les dirigió unas palabras muy motivadoras, les agradeció su entrega, y les recordó que son columna vertebral en la vida pastoral de toda parroquia.
Así, en un clima de sonrisas, algunas preguntas, abrazos y una mesa compartida donde reinó la fraternidad, con el corazón lleno de gratitud, Mons. Juan Miguel emprendió su regreso hacia Pérez Zeledón; no sin antes, “dejar una visita marcada por la ternura del pastor, la cercanía del amigo y la firmeza del guía, nosotros quedamos con la esperanza fortalecida y, con el compromiso renovado de seguir construyendo el reino en esta tierra bendita que es Puerto Jiménez”, concluyó le Padre Luis Fernando.