Este domingo IV de Pascua, conocido como Domingo del Buen Pastor, llevó a Mons. Juan Miguel Castro Rojas a celebrar el sexto día de la novena en honor a San Isidro en dos poblados de la Parroquia de Puerto Jiménez, concretamente en Palo Seco y Miramar de Sierpe.
La jornada dominical dio inicio en la comunidad de La Amapola de Jiménez, donde se tuvo ocasión de degustar un exquisito desayuno típico y compartir con vecinos de la zona productores de sandía, melón, banano, vainilla, ganado, bambú, entre otros, a quienes encomendó a Dios y bendijo. Este encuentro, sirvió también para hablar sobre los retos del nuevo cantonato, y se constata una vez más la problemática generalizada del poco apoyo que reciben, la falta de planificación en las ayudas y el debido seguimiento de éstas.
Otra de las preocupaciones que identifican los pobladores radica en que las nuevas generaciones ya no quieren ni saben trabajar en el campo, lo que trae un distanciamiento con las raíces productivas, encarecimiento de la producción y hasta lentitud en los procesos productivos. Así mismo, algunos interpretan que el mismo proceso de educación está generando personas que dependan de un salario, y lamentablemente no se enseña a emprender, a llevar adelante sus propios proyectos, y todo esto hace que no se tengan sucesores en los trabajos de las propias fincas.
Seguidamente, nos desplazamos a la comunidad de Palo Seco, donde los vecinos esperaban a Mons. Juan Miguel para así junto al pastor, ir en procesión con la imagen de San Isidro Labrador hasta el templo y disponerse para la celebración eucarística. Lugar donde con gran cantidad de fieles asistentes se celebró la Eucaristía, momento en que el Obispo resaltó, al mirar una niña vestida de San Isidro, la inocencia de los niños y su sencillez, virtudes que hemos de asumir. Tras la celebración se compartió un rico almuerzo con todos los presentes.
Durante la jornada, Mons. Juan Miguel Castro Rojas, Obispo de San Isidro, al hablar con los campesinos constató una vez más la realidad que afronta el campesino, cómo sus productos son pagados a precios muy bajos y las luchas que han de enfrentar para continuar en medio de todos los retos; por ello, reconoce su labor tan importante para la sociedad, son quienes hacen posible que lleguen alimentos hasta nuestras mesas, pero con dolor siguen siendo poco valorados. Aquí, en estas zonas, mención especial han de tener los campesinos, debido a las altas temperaturas y el sol tan fuerte que desafían diariamente para llevar a cabo su misión.
En medio de todas estas reflexiones, Mons. Castro pudo compartir con productores de cacao, vainilla, palma y granja avícola, así como productores de ovejas, ganado y codornices en la comunidad de San Juan de Chocuaco; todo eso, antes de disfrutar un café, que diera fuerzas antes de dirigirse hasta Miramar de Sierpe.
Ahí, comunidad del cantón de Osa, localidad con más altitud atendida por la Parroquia de Puerto Jiménez, poseedora de magníficos paisajes, comunidad que sin duda refleja la sencillez, fe y vida campesina a ejemplo de lo que es San Isidro Labrador. Así, tras la Eucaristía, se concluyó con un ágape entre los vecinos.
Para cerrar este provechoso día, recordamos la enseñanza que Mons. Juan Miguel quiso con la vida de San Isidro Labrador, resaltar hoy, razón por la cual, dijo: “San Isidro fue un hombre de familia. Aunque muchas veces se le conoce por su trabajo en el campo o por su vida de oración, no debemos olvidar que fue esposo y padre, y que en su hogar vivió su fe de forma concreta, humilde y generosa. Junto a su esposa, Santa María de la Cabeza, formó un matrimonio lleno de oración, caridad y fidelidad. Ambos supieron compartir lo poco que tenían y educar a su hijo en el amor a Dios. ¡Qué testimonio tan valioso para nosotros hoy! En un tiempo donde muchas familias sufren divisiones, violencia, indiferencia o falta de diálogo, la figura de San Isidro nos recuerda que la familia es una vocación santa, un lugar privilegiado donde se vive el amor de Dios”.