Con ocasión de la Eucaristía de Inauguración del V Congreso Nacional Misionero, Mons. Juan Miguel Castro Rojas Obispo de la Diócesis de San Isidro y encargado de la Misiones por parte de la CECOR, presidió la Eucaristía y predicó la celebración realizada este jueves 24 de febrero en el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles, en Paso Ancho.
Haciendo alusión a que es la Eucaristía “el momento más significativo y culminante del día, pues al altar traemos nuestros gozos y fatigas, para ser renovados por la Palabra y el alimento de la Salvación”, señaló que era el momento para escuchar con atención el llamado que Dios nos hace, a ser instrumentos para que todos seamos discípulos del Señor.
Durante su homilía, contextualizó el momento complejo que enfrentamos, “la crisis de la transmisión de la fe acentuada por la pandemia de la Covid-19 ha sido difícil, abundan los signos de tristeza y desanimo, las dificultades están a la vista de todos; pero el Señor sigue siendo fiel, y renueva a su Iglesia para que responda con esperanza abriéndonos hoy a una nueva evangelización”, precisó el obispo Castro Rojas.
Indicó que es la misión, la respuesta que debemos dar en medio de nuestro mundo. “¿Qué espera el Señor de su Iglesia en este momento difícil? que transmita esperanza, la esperanza que ha vencido a la muerte, la esperanza de la vida cristiana. Esto es lo propio de la Iglesia, para esto estamos, para llevar la alegría del Evangelio”.
Como pastores comprometidos con el rebaño encomendado, Mons. Juan Miguel indicó que “queremos responder a los desafíos y dificultades actuales con la Misión, por ello ya desde el DOMUND del 2021 nos habíamos planteado realizar este Congreso Nacional Misionero y animar una Gran Misión en todo nuestro país, por ello ahora convocamos a cada uno de ustedes: sacerdotes, consagrados, laicos, familias, seminaristas, adultos mayores, jóvenes y niños a participar con entusiasmo de la alegría de la misión, ofreciendo sus dones y carismas para proponer a Jesucristo a nuestros hermanos”.
Esta misión precisó el obispo sureño, debe ser “expresión de esperanza y respuesta a la situación vivida también en medio de la Pandemia, que nos renueve, nos reanime e impulse a encontrar nuevas fuerzas en Jesús de Nazareth”. Por tanto, indicó que esta misión debe tener tres rasgos fundamentales, a saber: una acción evangelizadora sencilla y pobre, que facilitar la escucha de la Palabra de Dios provocando cercanía, y una misión que brote del testimonio.
Con la Palabra proclamada, iluminó el primer rasgo, “¡si ponemos el corazón en las riquezas se apaga la misión!, las riquezas nos roban la alegría de evangelizar, nos hace selectivos, preocupados por nosotros mismos, un corazón enmohecido por las riquezas nos vuelve autorreferenciales, así el discípulo pierde su esencia, el ardor y alegría por la misión. Hoy se requiere como nos anima el salmo 48, una Iglesia desprendida, pobre, dispuesta a poner su fuerza, sus mejores recursos y todo al servicio de la misión, nuestro tesoro es anunciar con alegría el Reino que nos ha revelado Jesucristo. Nuestra evangelización solo será autentica si camina juntos a los pobres, necesitados y excluidos en nuestros pueblos, si les damos la espalda, damos la espalda a nuestra misión”.
Ante el segundo rasgo, precisó: “a pesar de los grandes retos actuales, en cada ser humano hay deseo de Dios […] ¡La Iglesia de hoy debe aprender cada vez más de la Iglesia de ayer!, de nuestras comunidades cristianas primitivas, ante todo, aprender a provocar la escucha de la Palabra de Dios […] Hoy nos toca a nosotros, ser expertos en la escucha, primero nosotros sentarnos en actitud orante, como discípulos a escuchar la Palabra de Dios, los signos de los tiempos, la voz de los hermanos en actitud sinodal, y después acompañarles a escuchar, propiciar que cada persona descubra el proyecto de Dios, y se enamore de sus promesas”.
Ante el último rasgo, el prelado de San Isidro, recalcó que “la necesidad de reavivar el don de la misión hoy, es signo de la urgencia del testimonio cristiano […] sin testimonio de vida cristiana la misión es ficticia, es discurso y no es vida. Ser sal es dar testimonio cristiano. Solo a los pies del Maestro aprendemos la misión, ahí en la oración como discípulos asimilamos el estilo de Jesús, se vuelve a encender el impulso misionero, asumimos el discipulado y se gestan las verdaderas iniciativas y proyectos evangelizadores necesarios para el mundo actual. Cuando la misión no camina, está en crisis nuestra oración”.