La frontera de México y Estados Unidos es el escenario constante del paso de miles de migrantes, que buscan llegar al país del norte, provenientes del sur del continente, en un intento desesperado de búsqueda de una vida mejor.
La hermana Norma Pimentel –participante del Jubileo Extraordinario de la Misericordia en el Continente Americano que se celebra en Bogotá– es la directora de Catholic Charities del Valle del Río Grande, una organización que ayuda a miles de personas a lo largo de la frontera.
Allí, en plena zona de ‘paso fronterizo ilegal’, las historias que se leen en los diarios se vuelven realidad cuando los viajeros intentan cruzar la frontera y son capturados por la patrulla fronteriza. Este hecho constituye el inicio de un auténtico “viacrucis” de padecimientos, luego de recorrer miles de kilómetros arriesgando sus vidas y las de sus hijos. Pero más triste aún es reconocer que la mayoría de los inmigrantes son niños solitarios.
“Recientemente, en el año 2014, fuimos testigos de una oleada enorme de niños que vinieron de Centroamérica y la respuesta de la Iglesia Católica fue extraordinaria porque el pueblo vivió su fe en acción”, explica la Hna. Norma a los integrantes de su grupo de trabajo, en la jornada del domingo 28 de agosto, durante la celebración jubilar continental que se extiende hasta el próximo martes 30.
“Hemos ayudado hasta esta fecha a más de 40.000 mil personas que han cruzado esta área, y la nuestra fue una respuesta en la que participó todo el pueblo, no solo la Iglesia Católica sino todas las diferentes iglesias, hasta los gobiernos fronterizos. Todos nos unimos como un solo pueblo en una respuesta humanitaria”, precisó.
La Hna. Norma trabaja en un centro de ayuda de crisis donde los refugiados cuentan con comida, duchas, orientación y ayuda médica. Su testimonio fue uno de los muchos que se compartieron en los 15 grupos de trabajo donde se analizó “cómo se realiza la misericordia en la misión de la Iglesia, en la propia Iglesia local, en el propio pueblo”.
La atención a los habitantes de calle en Bogotá, el trabajo con ancianos y enfermos en la zonas urbanas y la ayuda a los damnificados del terremoto de Ecuador, también hacen parte de las innumerables obras de misericordia que se multiplican por todo el continente americano, concretizando la misericordia en la misión de la Iglesia.
Antes del compartir en grupos de trabajo, el cardenal Marc Ouellet había expresado, en su conferencia sobre La Iglesia, sacramento de la misericordia en el continente americano, que “el año Jubilar de la Misericordia ha tenido un éxito mayor al de años anteriores, porque ha tocado el corazón y ha superado las fronteras de la Iglesia, ha interesado a la gente de afuera”. Al finalizar su intervención, también propuso que “las obras de misericordia evangelizan no solo al que realiza el gesto de amor sino a aquel que lo hace, porque se establece una comunión, un vínculo eclesial”.
La misericordia se realiza en hechos concretos que enriquecen la experiencia y estimular el compromiso profético de los participantes de la celebración continental del Jubileo Extraordinario de la Misericordia.