Si dormiste, te ejercitaste, comiste y trabajaste esto es para ti
Hoy, muchos hemos tenido el privilegio de despertar en una cálida habitación donde nos ha acogido una dulce cama, una confortable cobija, quizá con su placentera almohada, y muchos otros también con el extraordinario privilegio de un ser querido que le abraza, mientras le muestra su cariño y amor…, en ese extraordinario escenario, quizá algún adorno sentimental atrae su mirada, sientes la gran riqueza de poseer lo que es tuyo, de las mínimas seguridades humanas, y su corazón se siente pleno…; y, aunque alguna situación particular pueda preocuparte, continúas con el apoyo de los tuyos en la agenda pactada.
Hoy, muchos se han levantado con el deseo de hacer deporte, de sentirse libres, plenos y realizados, de dejar sus preocupaciones y estrés, de saber que consumen los kilómetros mientras corren, caminan, trotan o pedalean mientras llenan sus pulmones de aire puro, su corazón de ilusiones, su mente de nuevas energías, y su celular de imágenes que presumen con orgullo como sus grandes triunfos, mientras en las redes sociales contemplamos sus sudores, esfuerzos y victorias ya sean individuales o en grupo, tras cada hazaña alcanzada con dedicación y empeño.
Hoy, ejercitados o no, quizá hemos estado frente al enorme milagro de poder degustar de los alimentos, un desayuno balanceado para quienes cuidan su figura y se preocupan de su salud, un desayuno quizá más libre de criterios nutricionistas para otros, pero quizá somos muchos los que hoy hemos visto en nuestro plato el delicioso pinto, la tortilla, el huevo, el plátano maduro con su natilla, el pan, el queso, la mermelada, el salchichón, la fruta, el yogurt, el jugo o el café, el té o lo que más te gusta…
Hoy, somos muchos los que tras jornadas de trabajo, jornadas que requieren de esfuerzo físico o mental, de pericia técnica o de habilidad, hemos tenido el inmenso favor divino de volver a degustar de los alimentos en las distintas horas del día, y quizá no nos hemos sorprendido ante ese suculento plato de arroz y frijoles con algo más, ante esa taza de sopa en la que podemos admirar sus diferentes colores y texturas de las verduras y productos que nos van a alimentar, de ese platillo colorido de ensalada saludable, o incluso de ese postre que tanto nos gusta y que se convierte en nuestro capricho… Sí, quizá aún no nos hemos sorprendido del gran milagro de comer…
Hoy, tras una jornada de trabajo intenso, sin quitar tu cansancio, quizá podrá compartir con los tuyos la mesa de la cena, la sala familiar, la habitación acogedora, la sonrisa de tus hijos, el amor de tu esposa o de tus padres, la calidez de tus hermanos, de tus amigos o vecinos; hoy por la noche, tendrás el privilegio de estudiar, de leer, de escuchar música, de pasear con tu mascota, de reír, de soñar, de salir, de disfrutar, de compartir y de descansar…
El drama humano que viven nuestros hermanos venezolanos, no puede pasar indiferente ante quien se dice y se proclama creyente en Jesucristo, no puede sino golpear nuestra conciencia a quienes somos inmensamente ricos y dichosos de poder contar con trabajo, con comida, con condiciones mínimas para dormir, y con libertad para vivir. “Os aseguro que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis… Os aseguro que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo” (Mt 25, 40. 45), nos previene y manda Jesús en su Palabra. No podemos escudarnos en el miedo o la indiferencia, no podemos voltear la mirada ante el Lázaro que a la puerta de la casa (Lc 16, 20-21), espera de nosotros un acto de amor, no podemos llamar problema lo que es el drama humano, no podemos ignorar cuando mi misma naturaleza humana, grita compasión y auxilio.
Gracias, gracias y mil gracias a los muchos que de forma independiente o coordinada tienden la mano con comida, con ropa, con zapatos, con un minuto de su tiempo, debemos acercarnos a las calles, a los lugares que se destinen para su acogida, debemos ser solidarios con ellos, no sólo dando algo para acallar conciencia sino dándonos a nosotros mismos, como nos lo recuerda el Magisterio de la Iglesia en Deus Caritas Est n°34: “la íntima participación personal en las necesidades y sufrimientos del otro, se convierte así en un darme a mi mismo; para que el don no humille al otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí mismo, he de ser parte del don como persona”.
Estamos en el mes de las misiones, mes que proclamamos con bombos y platillos como especial para llevar el Evangelio a todos; hoy, el Señor nos permite ser misioneros auténticos no sólo llevando el Evangelio con palabras sino con hechos, con obras de misericordia, ha llegado el momento de vivir la misión, mirando en cada rostro de nuestros hermanos venezolanos el mismo rostro de Jesús Abandonado. Que la unidad, la comunión y la verdadera fraternidad que no son palabras y brindis sino acciones concretas, nos lleve a todos a un verdadero y auténtico compromiso con el más frágil y necesitado.
No podemos dormir igual cuando Jesús Abandonado está tirado en la calle o en el parque pasando frío y hambre; no podemos comer igual cuando Jesús Abandonado no tiene qué darle a su hijo que desesperado le pide un poco de pan; no podemos seguir contemplando la belleza de nuestra naturaleza y posteando nuestros logros de caminatas y hazañas deportivas cuando Jesús Abandonado transita entre los peligros de la selva del Darién queriendo salvar su vida y la de su familia; no podemos seguir en el calor de la casa, con la dulzura de la familia y el bienestar general cuando Jesús Abandonado pasa el frío más ingrato del que se aprovecha de su condición explotándolo vilmente por un poco de pan o unas cuantas monedas; no podemos volver a mirar a nuestro alrededor donde quizá casi todo lo tenemos, cuando Jesús Abandonado está despojado nuevamente de todo en la cruz que produce nuestro mundo egoísta y del que yo también formo parte.
No podemos seguir celebrando la fe con hermosos ritos si Jesús Abandonado está en el olvido, como nos lo enseña San Juan Crisóstomo: “De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, ¿si el mismo Cristo muere de hambre? […] ¿Quieres hacer ofrenda de vasos de oro y no eres capaz de dar un vaso de agua? Y, ¿de qué serviría recubrir el altar con lienzos bordados de oro, cuando niegas al mismo Señor el vestido necesario para cubrir su desnudez? […] Piensa, pues, que es esto lo que haces con Cristo, cuando lo contemplas errante, peregrino y sin techo y, sin recibirlo, te dedicas a adornar el pavimento, las paredes y las columnas del templo. […] Con esto que estoy diciendo, no pretendo prohibir el uso de tales adornos, pero sí que quiero afirmar que es del todo necesario hacer lo uno sin descuidar lo otro; es más: os exhorto a que sintáis mayor preocupación por el hermano necesitado que por el adorno del templo (Homilía 50, 3-4: PG 58, 508-509).
Unámonos todos, y miremos a Jesús Abandonado en el rostro de cada venezolano que en su mirada describe el drama de la injusticia, de la muerte, de las luchas, de la soledad, del querer un mañana mejor…, algunos con sus familiares aún en su patria, otros con sus familiares fallecidos en medio de la travesía, otros aún con la dicha de seguir su peregrinar, camino como aquel que también el pueblo de Dios tuvo que emprender en favor de la vida, sostenido sólo por la fe.