Porque nada en el cristiano es casualidad, sino gracia de Dios, podemos decir que Radio Sinaí recibió el privilegio, en la persona de su director, de poder peregrinar en el marco del 60 Aniversario en Tierra Santa, aquella tierra que siempre hablará del Señor y de su misericordia. Una noche, la menos pensada, por medio de una llamada telefónica, el Padre Elí Quirós recibió la noticia de que a partir del 18 de abril iniciaría un especial viaje; momento que aprovechó, sin duda, para que Radio Sinaí también se hiciera presente en aquellas sagradas regiones.
Confiado en la Providencia Divina, se inició esta experiencia rumbo a la tierra de Egipto, a más de 11 kilómetros de altura, con indicadores de -59°C en el exterior y a una velocidad en tierra equivalente a 956 kph, miraba por la ventanilla de mi lado derecho un paisaje sin igual, mientras el sol descendía bruscamente, en las nubes parecía su brillante naranja teñido de color oro, como queriéndonos decir lo frágil que es la vida del ser humano… Sí, en las alturas, cerca de Dios, me sentía inmensamente sólo aunque el vuelo iba completo, me sentía frágil pues me encontraba dividido de las inertes temperaturas sólo por un aparente plástico…; pero sin embargo, las nubes con su color dorado me recordaban que es Él, quien todo lo puede.
Ya en El Cairo, encontraba mucha pobreza, pero ante todo un pueblo fiel a su Dios, y de manera especial mi mirada y reflexión desembocaba en el resto fiel del pueblo cristiano copto, que sin temor de mostrar la Cruz de Cristo y dar la vida por Él…, continúa engrosando la lista de los mártires… Por otro lado, las imponentes pirámides me hacían preguntarme cuánta gente murió como esclavos sirviendo quizá a las órdenes de un ser humano creído dios, me preguntaba cómo también la obra humana podría perpetuarse en el tiempo, ya sea ésta con efectos positivos o negativos, y sin querer emitir juicio alguno… al mirar el panorama, mi mirada parecía detenerse en la silueta que dibujaba entre las edificaciones, la cruz que se levanta entre el panorama rojo-amarillento del espacio egipcio; y así, un templo cristiano me hacía pensar una vez más, sin temor a equivocarme, que mi Dios es grande y por ende como creatura he de obedecerle.
La mañana del viernes 21 de abril nos dirigimos en avión hasta Aswan, localidad sureña a más de 980 Km del Cairo; este viaje me permitió contemplar desde el aire la sequedad más espantosa del desierto arábigo, cuestión confirmada ya en tierra mientras viajaba hasta la gran represa del mismo nombre…; me fue imposible no recordar a las religiosas contemplativas de Pérez Zeledón, una vez que me dijeron: así se mira el alma del hombre cuando no tiene a Dios…, era fácil de comprender la inerte sensación dejada por las rocas y la arena mientras avanzábamos…
Luego de un viaje por la ribera del río Nilo, aquel río que guarda tanta historia, llegamos a la aldea de los nubios, no olvidaré nunca esa marcada alegría en el rostro negro intenso y ojos oscuros de aquellos seres humanos, gente pacífica que con su chilaba o túnica no sé si tapaban un poco su dolor, dolor que ha sido causado por sentirse hasta cierto punto olvidados por algunos gobiernos de turno…
De aquel viaje a la tierra de Aswan me impactó un par de imágenes, a saber: la obra de ingeniería construida en su famosa represa, hoy por hoy, signo de orgullo para Egipto que les permite suministrar de electricidad esta población de la región sur y duplicar en porcentaje el territorio apto para la fertilidad alcanzando el 8% de sus mil kilómetros cuadrados de superficie egipcia, tal logro paradójicamente se convierte en signo de envidia para los países vecinos…; esto me hacía pensar la importancia de no claudicar en las luchas, de mantener los grandes sueños por imposibles que parezcan, me hacía meditar en que siempre tendremos elementos contrarios y hasta posibles adversarios que desean empañar los alcances, porque aunque pareciera poco nuestro avance relativo es significativo para nuestras expectativas…; segundo, fui impactado por la imagen de unos niños nubios que desafiaban el equilibrio, y su rudimentaria navegación sobre una especie de tabla de surf mientras cantaban sentados esperando algún recurso…, imagen que me hacía pensar en lo afortunado y rico que he sido, en lo alcanzado por mis padres para mi vida y en lo agradecido que debo estar por siempre…, me hacía pensar en cómo Radio Sinaí se tiene que deber a los más pobres, en cómo cada día tenemos que llevar esperanza hasta aquellos que no la tienen.
De aquella región, guardaré por siempre la experiencia de ginetiar un camello, pero ante todo pensaré siempre en los nubios, aquella gente pacífica que tiene su historia, pensaré por siempre en esa actitud de abrirnos su casa para hacernos suyos, de conocer un poco de su cultura y del detalle particular de ser portadores de una lengua que se habla pero no se escribe, por la cual pudieron ganar una guerra, cuando por este detalle les fue imposible a sus adversarios descifrar los mensajes…
Finalmente, aquella noche…, me haría ver las calmas aguas del río Nilo que formaban una especie de débil remolino, y aunque desconozco la causa, meditaba en lo calmo que puede ser la vida pero siempre acompañada de algunos girones, más o menos fuertes que nos harán siempre mirar a Dios…; y así, junto a la ventana del 312, miro pasar los paisajes de un desierto que impacta por su particular pigmentación y de una débil vegetación que resiste a morir estando junto a las fértiles aguas del río Nilo.