Durante la Visita Pastoral a la Parroquia de Boruca, Mons. Montero se ha dirigido a los agentes de evangelización haciendo una detallada reflexión sobre la tradicional oración del Padre Nuestro, en la cual señaló la profundidad de ésta, solicitó que no puede tomarse a la ligera y mucho menos orarse de forma automática.
Para acercarnos a esta oración, es importante ir al contexto del relato evangélico, y es que la Palabra nos dice: “el cristiano debe orar así, no con estas palabras, es lo de menos si cambian las palabras porque no es fórmula mágica, sino que debe orar con esas actitudes y disposiciones en el interior”. Con esto, Mons. Montero indicó que es el modo de vivir, de comportarse y de actuar que se refleja en su oración. “El Padre Nuestro es la oración del cristiano, es la oración del Reino de Dios, es la oración de los que han renacido en el Espíritu, que han resucitado con Cristo a una vida nueva, es la oración de la comunidad de los creyentes que es la Iglesia”.
Recordó que esta oración está estructurada en dos partes, donde la primera mira hacia Dios en sí mismo en su gran misterio, y la segunda parte mira más hacia nosotros en la relación con Dos, en cuanto somos discípulos de Jesucristo, y mirando más al establecimiento del cielo en la tierra. Indicó que “esta oración tiene una dinámica muy propia, dinámica que parte de Dios, luego empieza a descender hacia la tierra donde estamos nosotros, para llevarnos nuevamente a Dios”.
El Padre Nuestro es la oración que nos enseñó Jesucristo y por tanto no es una oración cualquiera, no es una oración del Antiguo Testamento, es una oración eminentemente cristiana; y “Jesús la enseñó no como magia, sino diciéndoles a los discípulos cómo tienen que orar, en la que dice cómo tienen que vivir, por ende esta oración proviene de la relación de nosotros con Dios y de Dios con nosotros. Es un espíritu que hay que aprender”.
Por eso, iniciamos un recorrido por cada palabra y frase de esta oración:
“Padre, es la palabra clave, así empieza la oración, así se relaciona Jesús con su Padre y así nos enseña a orar a nosotros; quiere decir que la oración es una relación con Dios y no con un dios impersonal, lejano y frío, sino que nos ponemos en una relación de familia con Dios que es nuestro Padre, lo cual es fácil decirlo pero no tan sencillo asimilarlo, pues no siempre nos relacionamos así, sino que nos relacionamos con Él como creador, como juez, y muchas veces como un dios lejano, frío e impersonal. Para llamarlo Padre yo debo tomar la actitud de Hijo, y no de cualquier hijo, sino la de su Hijo Jesucristo, debemos orar por tanto como Él y tenemos que orar en Él, no podemos hacerlo sin Él, pues solamente Jesús es agradable al Padre y si queremos ser escuchados por el Padre tenemos que orar en el Hijo y atreves del Hijo y como oró el Hijo”.
“Orar al Padre, debe llevarme a considerar a los demás como mis hermanos, de lo contrario no considero a Dios como mi Padre; de ahí la importancia de reflexionar en que podemos estar dedicando mentiras al orar, porque muchas veces creemos que mi hermano es el sinvergüenza que siempre ha sido, es esa persona que yo no quiero, al que trato como pura mantequilla, y entonces Dios no es mi Padre, no lo he descubierto como Padre si no he descubierto al otro como mi hermano y hermana. También, la imagen de Padre, a veces es débil cuando no hemos tenido una experiencia positiva de padre acá en la tierra, no podemos condenar aquel padre que nos maltrató, que nos pegó o abandonó…; no podemos juzgarlo, pero lo cierto es que ya llevamos una experiencia bastante negativa que nos va hacer difícil aceptar a Dios como Padre; así el Padre Nuestro no es una oración tan fácil”, puntualizó.
“Nuestro, indica que es de todos, el que está orando es una comunidad, nosotros estamos orando en comunidad, todos juntos al Padre común. ¡Qué interesante! por qué no nos dijo Padre mío, sino que quien ora es la comunidad de los creyentes, de los discípulos de Cristo, la comunidad de la Iglesia. Ese paso del yo al nosotros no es nada fácil”. En este aspecto, recordó lo difícil que es entender el nuestro, cuando muchas veces las madres o los padres dicen mis hijos, y no son mis hijos, son nuestros hijos, porque nadie los tuvo solo o sola, “y ese paso del yo al nosotros y del mío al nuestro, no es tan fácil como pensamos; por tanto, decir Padre Nuestro no es tan fácil. Acá, debemos ser conscientes de aceptar a los demás para poder llamarle Padre Nuestro”.
“Que estás en el cielo, quienes estamos orando nos damos cuenta que Dios Padre está mucho pero mucho más alto que nosotros, Él está en su mundo propio de Dios muy diferente al nuestro, cuando yo oro debo estar consciente de esta distancia; y es importante porque yo puedo empezar a orar mal y considerar a Dios igual a mí. Recordemos que el fariseo adelante empezó a orar, diciendo: Señor yo te doy gracias porque me has hecho tan bueno, tan lindo, tan inteligente, porque yo doy diezmos y ayuno…, no había salido de su yo y entonces eso no era oración; la oración se dirige en primer lugar a Dios. El fariseo se consideraba casi dios, porque era perfecto, lo que pensó ser oración era una blasfemia, porque usaba el nombre en vano, usando el nombre de Dios para glorificarse así mismo, y es terrible que nosotros en algún momento podríamos estar utilizando el Padre Nuestro y en vez de alabar a Dios, estar alabándonos a nosotros mismos.”
Por eso, señaló “ante Dios hay que tomar distancia, hay que reconocer quién es Él y quién soy yo, y que yo de frente a Él soy poca cosa, de frente a la grandeza y a la santidad de Dios; y además, es muy importante que yo tome una actitud de humildad, Dios le dice a Moisés: quítate la sandalias porque estás pisando tierra sagrada…; ante Dios hay que quitarnos la sandalia, debemos quitarnos nuestro orgullo y soberbia, hay que tomar actitud de humildad. Para hablar con Dios hay reconocerse muy pequeño delante de Dios; San Francisco, un hombre muy humilde decía en el Cántico de la Creaturas: no somos dignos ni siquiera de pronunciar su nombre; la fórmula de la Eucaristía dice: nos atrevemos a decir…, tenemos la osadía, tenemos que tener mucha valentía para llamar a Dios Padre, porque no somos dignos, ante Dios somos pecadores. El publicano atrás hincado dijo: Señor, ten compasión de mí que soy un pecador, y ese que reconoció ser pecador salió del templo justificado. Hay que pensar en ese cielo, en esa condición única donde está Dios, esa condición que no conocemos, que no tenemos ni idea de lo que es eso; solo sabemos que es un estado donde está Dios con los ángeles y espíritus celestiales, y quienes ya están en su contemplación plena”, precisó.
“Santificado sea tu nombre, alabamos a Dios, Señor si tú eres tan grande, tu nombre debe ser reconocido, ensalzado y adorado. La dimensión nombre, en las culturas antiguas equivale a la persona; entonces, que nosotros te reconozcamos como el único Santo, que nosotros te pongamos donde te mereces, que es el primer lugar, que todos los seres humanos conozcan el Dios verdadero, el Dios que reveló Nuestro Señor Jesucristo, para que en todos los lugares se te conozca y se te alabe”.
“Venga a nosotros tu Reino; acá empieza a descender la oración, pues parte del misterio insondable de Dios, pero empieza poco a poco a descender, los que estamos en la tierra le pedimos a este Dios altísimo que venga hacia nosotros, que descienda a nosotros; esa petición quiere decir ven tú, venga hacia nosotros pero con su Reino, con el Reino que consiste en la verdad, la justicia, el amor y la paz”.
“Hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo, no es queremos que venga con su corte celestial, sino queremos que tú Señor haga que a esta tierra descienda tu Reino, para que esta tierra se reestructure y se construya según tu voluntad, que es el proyecto de su reino, que consiste en que se haga la verdad, se practique la justicia, se establezca la paz y todos lleguemos a la comunión del amor”.
Lo anterior, le hizo afirmar “esto es una bomba atómica: que se practique la paz, no la mentira, no la falsedad, no el engaño y no la hipocresía; pero, nosotros no podemos hacerlo solos, pero Tú si puedes hacerlo posible con nuestro compromiso, esa es nuestra oración. En nuestro mundo hay mucha injusticia, y esta oración debe hacernos reflexionar en un país donde no se paga el salario mínimo muchas veces y donde hay pensiones de lujo para unos pocos. Cómo vamos a rezar el Padre Nuestro en una sociedad que no busca la justicia, la verdad, la paz y el amor. Estamos pidiendo que la tierra se convierta en un cielo, que el cielo descienda a la tierra, que Dios en toda su majestad habite en medio de nosotros. En el mundo estamos lejos de que llegue la paz de Dios, por eso hay que pedirlo con ganas y con insistencia. Hay que aprender a pedirle a Dios que se haga su voluntad, no imponiéndole a Dios lo que tiene que hacer, sino descubriendo yo si es la voluntad de Dios para mí. No obligando a Dios, por eso es que nos resentimos con Dios reclamando que no me escuchó, y es porque no sabemos orar. Por eso le alabamos hoy con la Palabra Padre, y sin exigirle nada le pedimos a Dios con insistencia.
“Danos hoy nuestro pan de cada día, así empieza la segunda parte del Padre Nuestro, así el Reino se concreta, el Reino se hará realidad, de tal manera que lo que está en el cielo se establezca en la tierra. El Reino de Dios se establecerá sobre la tierra haciendo que todos tengamos el pan de cada día, y ese pan es el alimento que necesitamos para vivir, el pan que pedimos es el de poder tener lo necesario para vivir dignamente; que se establezca la vida, que todos tengamos pan y no solamente algunos, que los bienes de la tierra se distribuyan según su voluntad, que todos tengamos lo sufriente para vivir cada día de una manera digna”.
Y con gran vehemencia dijo “pero donde falta el pan porque no hay comida, trabajo o tierra, y hay gente pasando hambre (dos terceras parte de la humanidad padecen hambre y en Costa Rica viven en pobreza 20% de la población) entonces no se está viviendo el Padre Nuestro. El pan de la comida, de la salud, de la educación, de la medicina, de la cultura, de todo aquello que es necesario para vivir dignamente como hijos e hijas de Dios; pero mucho ojo, al cada día porque ahí estamos diciendo que lo tengamos cada día, que por lo menos tengamos todos el pan de cada día. Que aprendamos a compartir el pan, la Eucaristía se llama Fracción del Pan, entonces acá vemos resonancias eucarísticas, la idea de Dios es que todos compartamos el pan; por eso el Beato Pablo VI dijo que hay suficiente pan en el mundo pero está acaparado por unos, lo que hay que hacer es ponerlo sobre la mesa y distribuirlo de forma más justa. Habrá justicia sobre la tierra cuando todos sepamos compartir el pan; y recordó que la oración dice danos y no dame, porque es la comunidad que está dispuesta a vivir esta oración y hace referencia a las primeras comunidades cristianas que compartían y por ende nadie pasaba necesidad”.
“Perdona nuestras ofensas, sigue el elemento nuestro, las ofensas son los pecados; quita de nosotros la envidia, los rencores, las actitudes de superioridad, el engaño, la mentira, todo aquello que nos divide y que nos lleva a oprimir a otros, quita todo eso para que vivamos en comunión, nunca se va a establecer el Reino si no aprendemos a vivir en comunión; y esta comunión se refleja en la paz. Perdona nuestras ofensas como perdonamos, si vivimos en paz vamos a vivir en la comunión del amor, y se están cumpliendo entonces las cualidades del Reino”.
“No nos dejes caer en tentación, la gran tentación del cristiano es vivir según contrarios al Reino, es dar un paso hacia adelante y empezar una vida nueva pero volver atrás y traicionar lo que prometí y abracé, lo que el Señor ya me había dado, la gran tentación es negar nuestra condición de cristianos, negando en primer lugar a Dios; el Señor dice que aquel que empuña el arado y mira hacia atrás no es digno del Reino de los Cielos. Es traicionar nuestra vocación del Reino y haber empezado a practicar la justicia, la verdad, la paz y el amor y ahora empezar a dar pasos atrás, con pasos que son de mentira, de violencia, de injusticia, de no perdón, y entonces estoy cayendo en la gran tentación de comportarnos otra vez como paganos, viviendo como un anticristo”. Y con gran sencillez, recordó “no es hacer las pequeñas cosas grandes, mucha gente dice tuve un mal pensamientillo, eso le pasa a cualquiera, le pasa y se acabó, no le demos tanta importancia, porque así como vienen solos se van también solos; debemos preocuparnos de la gran tentación de querer echar atrás, y Jesucristo también tuvo la tentación en el Getsamaní, cuando tuvo tentación de salir corriendo, de esa tentación debemos tener cuidado; por dicha Jesús nos enseñó a superarla”.
“Y líbranos del mal, la oración griega dice líbranos del malo; es decir líbranos de la condenación eterna, no sólo no permita que no caigamos en tentación en esta tierra sino que vayamos a perdernos eternamente porque no entendimos el proyecto del Reino, porque hicimos todo lo contrario al Reino. Líbranos de perdernos para siempre, de condenarnos eternamente. Si el Señor nos libra del maligno, nosotros estamos en el proyecto de su Reino, entonces debemos vivir en la voluntad de Dios, y si no hemos caído en la tentación de echar atrás vamos a tener plenitud con Dios. La suerte de los que no cumplieron con su reino es el fuego eterno preparado para Satanás y sus ángeles, pero los que cumplieron con su Reino les llamará benditos de mi Padre; el Padre Nuestro no termina pesimista, termina en Dios porque Él bajó a nosotros” finalizó.