Al acercarnos a la Carrera Internacional Campo Traviesa al Cerro Chirripó, podríamos reflexionar diversas aristas y todas de gran sentido y valor; sin embargo, no puedo dejar la oportunidad en esta ocasión que se celebra la muy digna edición trigésima, para dejar constancia de un hecho no sólo deportivo, sino humano y esperanzador.
Fue ahí, en medio del salón en San Gerardo de Rivas, visiblemente cansado por el mismo servicio que desempeñaba en favor de la cena de gala previa al evento, que tuve ocasión de entrevistar a una persona, a un empresario, pero ante todo tendríamos que decir, a un corazón muy humano, que supo poner su sensible mirada en una población humilde y valiente, en unos que quizá no contaban pero que escalaron no sólo los podios sino el respeto de su nombre, en unos indígenas de coraje incansable y de testimonio a la altura del mismo imponente Chirripó.
Don Pedro Barrantes, nos comentó que no precisa la fecha exacta de cuando empezó esta historia de amor, pero si nos manifestó que ya supera la década; y recordó muy consternado, que todo empezó cuando “ellos corrían aquí con botas de hule, de esos zapatos de hule de amarrar, llegaban con la planta de los pies en carne viva, esa sangre indígena llena de coraje, era lo que les hacía llegar hasta la meta”.
“Empezando yo en el Movimiento Familiar Cristiano, me hice amigo de Gustavo Arias y éste me invitó aquí a venir, y a mí me impactó mucho ver eso; entonces, desde ese momento, por lo menos, les compramos unas tenisitas y tratamos de pagarle las carreritas donde ellos van, las inscripciones de las carreras, y de ahí fue creciendo la amistad; ahora, siempre le hacemos una fiestita en el rancho”, precisó el señor Barrantes, al tiempo que recordó cómo antes venían a jugar un partido y se iban rápidamente a su selva.
Con una mirada que parecía recordar en lo profundo de su corazón el dolor que puede cargar una población entera, pero descubriendo en la historia los dulces detalles que concede Dios a quien se entrega de corazón, don Pedro Barrantes nos comentó, cómo “antes los indígenas se paraban todos aquí a ver la cena, por eso cuando yo empecé a hacer la cena todos pasaron a comer; y seguro Dios me bendijo, porque mi hijo está haciendo la práctica de medicina en Grano de Oro, está en Ñari de Talamanca, que queda como a 4 horas de Grano de Oro, y ayer llegó una indígena a tener bebé, llamaron un helicóptero pero no dio tiempo; entonces, el primer parto que atendió mi hijo, lo atendió ayer en Ñari de Talamanca, y al niño le pusieron el nombre de Anthony Galiano en honor a mi hijo y para mí eso es fabuloso”, relató con gran emoción este empresario.
Durante la entrevista a Radio Sinaí 103.9 FM, don Pedro confesó tener “mucha empatía con ellos, todos ellos me buscan a mí, yo no sé por qué será, pero yo a ellos los quiero, realmente que los quiero mucho, los quiero de corazón, los quiero…”, afirmó.
También, recordó que en un principio por motivo de su cultura, los indígenas no dejaban participar a las mujeres, poco a poco lo logramos y ya “Andrea ha ganado la carrera ocho veces, teníamos grandes expectativas con Andrea pero también con Noilyn, que por primera vez iba a correr, pues ya cumplió 18 años, ella ha ganado el Cerro Ena y el Cerro Paraguas, pero por motivos de salud y de haber estado embarazada no podrá correr; sin embargo estamos patrocinando a 7 corredores que harán la XXX Edición de Campo Traviesa y 4 que estarán con la Carrera al Límite”, acotó.
Al ser consultado sobre qué pensaban de él, al optar por estos indígenas hace algunos años en medio de su mayor anonimato, aceptó que “muchos no lo veían bien, pues ellos casi no hablaban; pero mira, ahora hay un indio que se llama Luis Salazar, y Luis me decía, yo tengo que aprender a hablar inglés porque los medicamentos vienen con las instrucciones en inglés, y lo apoyamos, y ahora anda por todo el mundo, Luis es cantautor, es atleta y es el Chamán, es el que cura, y él no quiere que se pierda la cultura de ellos, por eso les da lecciones allá en una escuelita donde les enseñan el dialecto, no quiere que se pierda su cultura”.
Por eso, el corazón de este buen hombre creyó en los indígenas cuando nadie creía; creyó en la sangre que muchas veces regó los surcos y senderos del Chirripó en el mayor anonimato; creyó en la humildad de un corazón sincero que se entrega por completo; creyó…, por eso hoy le quieren y le respetan, por eso hoy Don Pedro Barrantes no duda en decirnos: “yo, ¿qué puedo esperar de ellos? Nada, sólo amor y cariño; y yo, espero poder servirles en algo, poder verlos gozar, verlos comer pinto con ese gusto, comer chicharrones con ese gusto, es increíble”, finalizó.